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miércoles, 10 de agosto de 2022

Guerra entre incas y chancas

 

Fuente: https://www.boletomachupicchu.com/guerra-incas-chancas/

Guerra entre incas y chancas

La guerra entre incas y chancas tiene un carácter épico pues marcó un antes y un después en la rápida expansión incaica y la posterior conformación del imperio del Tahuantinsuyo. Ambas etnias pretendían el control del territorio rival por lo que el enfrentamiento era inevitable. Conoce detalles de cada cultura y los sucesos durante la famosa guerra inca-chanca.



Guerra inca
La guerra entre incas y chancas

Sobre el conflicto inca vs. chancas existen varios cronistas que escribieron sobre este conflicto durante la época colonial. Una de las obras más destacables es ‘Crónica del Perú’ de Pedro Cieza de León en 1533. Algunos de los otros cronistas que escribieron sobre esta guerra son: Juan de Betanzos, Sarmiento de Gamboa, Bernabé Cobo, Las Casas, Garcilaso de la Vega, Cabello de Balboa y más.


Contexto

La guerra entre incas vs. chancas se llevó a cabo alrededor de 1440 D.C. En ese contexto ambos bandos venían expandiendo sus territorios mediante alianzas con los pueblos vecinos. Los chancas, pueblo guerrero, buscaba conquistar Cusco para lograr así dominar todo el territorio sur-andino del actual Perú.

Las etnias pequeñas que habitan los territorios situados entre incas y chancas (como los canchis y canas) no se decidían a quien apoyar pues aguardaban estar del lado de los vencedores en el caso de una guerra.

Los incas eran un curacazgo que todavía no buscaba ser un estado conquistador. Sus alianzas con pueblos vecinos le ayudaron a expandir ligeramente su territorio cuya capital estaba en la ciudad del Cusco.

Por su parte, al momento de la guerra, los chancas eran liderados por ‘Anccu Huayco’ quien reunió un poderoso ejército de hasta 40 mil hombres para sitiar la ciudad del Cusco. Los chancas eran considerados sanguinarios al momento de la guerra. Esto en base a las torturas que realizaban con los prisioneros de guerras.

La ofensiva chanca tomó por sorpresa a los incas. El gobernante Viracocha (1380 – 1438) junto con su hijo y sucesor al trono Inca Urco así como a varios nobles decidieron emprender la huida dejando a su suerte la ciudad del Cusco. En este contexto aparece la figura de Túpac Inca Yupanqui, quien asumió el liderazgo de la resistencia inca. Es así que inicia las sanguinarias guerras entre incas y chancas.


Los incas

La guerra con los chancas marcó un antes y un después en la historia de los incas. Antes, alrededor del siglo XIV, eran un curacazgo que se estableció en el valle de la actual ciudad del Cusco imponiéndose o haciendo alianzas con los pocos ‘ayllus’ o familias que allí habitaban.

Sin embargo, los incas todavía no se consolidaban como un estado o nación. Durante el gobierno de Cápac Yupanqui (X – 1350 D.C.). se logró una ligera expansión gracias a conquistas ante los ‘condesuyo’. Aun así, los límites del curacazgo no podían ampliarse más debido a la presencia amenazante de los chancas.

Gobernaba el curacazgo del Cusco el inca Viracocha (1380 – 1438) quien delegó el trono (la mascaipacha) a su hijo predilecto Inca Urco. Éste no poseía las cualidades necesarias pues era dado al sexo y las bebidas alcohólicas. La nobleza inca estaba disgustada con esta decisión pues la invasión chanca era inminente.

Cuando los chancas enviaron un mensaje de rendición al Cusco, Inca Urco y su padre Viracocha huyeron hacia los reinos del Valle Sagrado. Ante la ciudad desprotegida, se alzó la figura de Túpac Inca Yupanqui, hijo de Viracocha al que se le negó la mascaipacha. Fue este valeroso guerrero que enfrentó y derrotó a los chancas. Luego de la victoria fue nombrado inca bajo el nombre de Pachacutec (palabra quechua que quiere decir ‘inca del cambio del rumbo de la tierra y digno de estima). Justamente fue Pachacutec quien, entre otras obras, construyó Machu Picchu.


Los chancas

La etnia o cultura chanca surgió en los territorios andinos sureños del Perú (actuales regiones de Apurímac, Ayacucho y Huancavelica) durante los años 1200 al 1440 D.C., aproximadamente. Diversos investigadores sugieren que los chancas ocuparon los territorios abandonados por el poderoso imperio Wari a inicios del siglo XIII.

Los chancas rivalizaban con los incas pues ambos tenían propósitos expansionistas y compartían la misma región del sur-andino del Perú. A lo largo del siglo XIV tuvieron diversos enfrentamientos con victorias y derrotas en ambos bandos.

Durante la guerra inca vs. chanca, estos últimos vivían una época de apogeo debido a diversos factores como conquistas y su fama de salvajismo en la guerra. Las crónicas señalan que gritaban desaforados en el combate y que torturaban a los prisioneros de guerras. Además eran famosos por llevar consigo las momias de antiguos curacas como forma de darse ánimos en batalla.

Es así que en 1438, bajo el liderazgo de Anccu Huayco y luego de enviar un mensaje de rendición, se dirigió a la ciudad del Cusco con 40 mil hombres decidido a someter a sus enemigos. El inca vigente Inca Urco y su padre Viracocha huyeron dejando la ciudad desprotegida. Algunas crónicas señalan que había una excesiva confianza del bando chanca quienes no esperaban la aguerrida defensa de Túpac Inca Yupanqui.


La guerra

La guerra entre incas y chancas tuvo muchos capítulos. El conflicto comienza a finales del siglo XIV cuando los chancas invadieron Andahuaylas, pueblo aliado a los incas. El gobernante Inca Roca, apoyado por los pueblos Canchis y Canas, reunió un ejército de 20 mil hombres y edificaron un puente sobre el río Apurímac. Finalmente lograron la derrota chanca.

Desde entonces la inminente guerra se sucedió con victorias y derrotas en ambos bandos, según las alianzas conseguidas con los pueblos vecinos. Éstos apoyaban al mejor bando, según sus intereses. Finalmente en 1438 los chancas, bajo el mandato de Anccu Huayco, reunieron un ejército de cuarenta mil hombres y buscaron sitiar la ciudad del Cusco.

Aquí las crónicas señalan que el ejército chanca se dividió en 3 bandos. La confianza de una victoria era tal que solo uno de los ejércitos llegó a la capital inca. Ante la inminente invasión chanca, el gobernante Inca Urco y su padre Viracocha escaparon a la fortaleza de Caquia Xaquixahuana.

Ante el desgobierno del Cusco y la inminente invasión chanca, se alza la figura del joven Cusi Yupanqui, hijo de Viracocha a quien le negó el gobierno. Cusi Yupanqui reúne al ejército, busca alianzas con las etnias vecinas y defiende Cusco. El nuevo líder reclutó un ejército de más de 20 mil hombres. Le ofreció la paz a los chancas pero éstos se negaron. Según relatan las crónicas el líder chanca Anccu Huayco respondió: “Mañana se verá quien merece ser rey y quien puede perdonar”.

El cronista Sarmiento de Gamboa menciona que durante la lucha en la ciudad del Cusco también participó la población civil cusqueña. Las trampas colocadas en los barrios y calles fueron claves para la victoria inca. Los chancas huyeron del Cusco sorprendidos de la resistencia de Cusi Yupanqui.

Ejercito inca
El ejercito inca

La batalla de Yahuarpampa y la figura de Pachacutec

Durante la retirada chanca, el líder Anccu Huayco desafía a Titu Cusi Yupanqui a una batalla entre sus ejércitos en las llanuras de ‘Ichupampa’. El joven guerrero aceptó. Las etnias vecinas, sorprendidas del valor del nuevo líder inca, apoyaron a los cusqueños.

Durante la batalla los incas triunfaron gracias a la estrategia y valor de Titu Cusi Yupanqui. Finalmente, los incas capturaron la momia de Usco Vilca (que cargaban los chancas para darse ánimos en batalla). Otras versiones sostienen que Titu Cusi decapitó a los jefes chancas y se hizo con sus cabezas para imponerse a sus enemigos. Desde entonces, el lugar de batalla se llamó ‘Yahuapampa’, palabra quechua que significa ‘pampa de sangre’.

Algunas crónicas señalan que murieron 30 mil chancas y casi 10 mil incas. Lo cierto es que Titu Cusi Yupanqui logró romper el equilibrio de fuerzas a favor de los incas quienes pasaron a dominar toda la región sur-andina del actual Perú.

La magnificencia de esta batalla se convirtió en leyenda al afirmar que las piedras se convirtieron en soldados que apoyaron a los incas. Esta versión es conocida como la ‘Leyenda de los soldados Pururaucas’.


Consecuencias de la guerra

Algunas versiones señalan que los incas, liderados por Titu Cusi Yupanqui, perdonó a los líderes chancas que quedaron vivos para consagrar su alianza y dominio final. Otras versiones dicen que solo perdonó a los ayllus que apoyaron a los chancas contra los incas. Lo cierto es que los incas consagraron su dominio definitivo sobre los chancas.

Por otro lado, Titu Cusi Yupanqui regresó triunfante al Cusco donde lo esperaba un recibimiento de júbilo. Su figura fue aclamada por la nobleza y el pueblo. Su padre, el inca Viracocha, fue perdonado. Su hermano Inca Urco, según refieren las crónicas, murió al revelarse contra Titu Cusi Yupanqui quien fue nombrado inca bajo el nombre de Pachacutec.

Debido a la conquista chanca y la posterior expansión del territorio, el curacazgo del Cusco pasó a convertirse en un imperio. Pachacutec reformó el Estado inca que pasó a llamarse ‘Tahuantinsuyo’. El plan expansionista inca duraría más de un siglo abarcando parte de los actuales territorios de Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Chile y Argentina. Pachacutec, tras la victoria chanca, construiría el imperio más grande de Sudamérica.

martes, 9 de agosto de 2022

1849: Intervención peruana en los EE.UU.

9 agosto 2022
MEMORIAS DE LIMA.
Jaimito, lo sabe Todo.
1849: Intervención peruana en los EEUU ✪
Durante el primer gobierno de Ramón Castilla y Marquesado (1845-1851) se dio uno de los eventos poco conocidos de la historia naval peruana, pero llamativo, dado se trató de una de las pocas intervenciones foráneas que recibió los Estados Unidos en su suelo continental. El protagonista de esa acción fue el bergantín artillado “Gamarra” de la Armada del Perú.
Contexto
La derrota de mexicana frente a los Estados Unidos (1848) trajo como consecuencia la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, donde ese país cede un gran porcentaje de su territorio a los EEUU.
Ese mismo año estalló la denominada “fiebre del oro” en la zona de California que hace poco había formado parte de México. Miles de inmigrantes de diversas partes del mundo fueron a esa localidad para buscar fortuna, entre aquellos aventureros no faltaban hispanoamericanos como peruanos, mexicanos y chilenos.
Por otro lado, el Perú, por esos años, gozaba de un boom económico producto de la explotación del guano. El gobierno de ese entonces, presidido por Castilla, había iniciado una política de desarrollo en muchos ámbitos, entre los cuales destacó el fortalecimiento de la posición del Perú en el continente.
Estallan incidentes en California
Lejos de parecer un entorno de desarrollo social y económico, la ciudad de San Francisco, California, se había convertido en una zona infestada de criminales, oportunistas y muerte. Asimismo, comenzaba a surgir la xenofobia, los yanquis comenzaron atacar a los inmigrantes de origen hispano, arguyendo que les quitaban el oro. Entre los afectados se encontraban peruanos. Algunos buques mercantes peruanos, por otro lado, se encontraban abandonados, por lo que sus propietarios peruanos solicitaban auxilio al gobierno peruano.
Castilla decide enviar un buque de guerra
Noticias dramáticas llegaban al Perú donde se informaba las penurias que pasaban nuestros compatriotas. La indignación de aquellos informes llegó hasta el presidente. Castilla, lejos de enviar una legación para solicitar el amparo del gobierno estadounidense, decidió despachar una embarcación de guerra hacia la costa oeste de los EEUU, para de ese modo hacer valer los intereses del Perú.
El buque escogido para esa misión fue el bergantín “Gamarra”, el cual estaba artillado con 16 cañones y que contaba con una tripulación selecta de 136 hombres bajo el mando del Capitán de Fragata José Silva Rodríguez.
El “Gamarra” en California
En marzo de 1849, tras una larga travesía, el imponente bergantín Gamarra llegó a las costas de los EEUU ante el asombro de las autoridades de dicho país. En San Francisco, el capitán Silva Rodríguez pudo comprobar el deplorable estado en que se encontraban los buques mercantes peruanos. La tripulación peruana se dedicó por esas semanas a asistir dichos navíos y de brindar ayuda a los ciudadanos peruanos. Por esas fechas, se agravó la situación en San Francisco que se había convertido en tierra de nadie, no imperaba la ley. Las autoridades estadounidenses locales solicitaron ayuda al comandante del Gamarra para restablecer el orden. Atendiendo dicho pedido, el capitán Silva Rodríguez hizo desembarcar un destacamento de infantes de marina bien armados, quienes procedieron a sofocar los desmanes y restablecer el orden en la ciudad. Las autoridades locales estadounidenses saludaron y elogiaron el desempeño y la disciplina de los infantes de marina peruanos. De ese modo, el Perú se convirtió en uno de los pocos países que intervinieron en el territorio de los EEUU.
Resultados de la misión.
El Gamarra, tras varios meses, luego de culminar su misión de asistir a los peruanos regresó al Perú.
Sobre aquella exitosa misión en la costa oeste de los EEUU, un orgulloso presidente Castilla dijo ante el Congreso de la República:
“Para conocer el estado de nuestra Armada, no se necesita llevar a cabo intensas investigaciones. Todo lo que se requiere es mirar a nuestra bandera en California, cumpliendo con honor los deberes que otras banderas respetables no han cumplido…”
Referencias:
Marina de Guerra del Perú. LA MARINA DE GUERRA EN LA REPÚBLICA S. XIX, La introducción de la propulsión a vapor y el surgimiento del Perú como potencia naval en Sudamérica. De: marina.mil.pe
ASECANAVAL (2021). Anecdotario Histórico Naval: “Un Bergantín Peruano en California”. AVISO A LOS NAVEGANTES NOSOTROS MANTENEMOS LA TRADICIÓN, 9-10.
Basadre, Jorge (1998). Historia de la República del Perú (1822-1933) Tomo IV), 16.
Publicado por El Perú – Militarismo Peruano. Edición del 8 de Agosto del 2022
 Puede ser una imagen de 1 persona y texto

 También puedes leer en tu biblioteca el libro: R/359.4885/H/6:2 Historia marítima del Perú : La República- 1826 a 1851.t.VI, vol.2. p. 261-271

martes, 19 de julio de 2022

martes, 12 de julio de 2022

El Cuartel o Fuerte de Santa Catalina.

MEMORIAS DE LIMA.
Conociendo mi Ciudad.
El Cuartel o Fuerte de Santa Catalina.
El Cuartel o Fuerte de Santa Catalina es una construcción de estilo neoclásico y es uno de los pocos ejemplos representativos de la arquitectura virreinal militar que aun existen en el Perú. Data de la primera década del siglo XIX y fue edificado en los terrenos llamados ”Huerta de los Llanos” y “Huerta Perdida” o del “Cuero”, los cuales pertenecían a los Monasterios de Santa Catalina de Siena y de la Concepción respectivamente. El inmueble se encuentra inscrito como propiedad del Estado Peruano en el Margesí de Bienes Nacionales: Asiento 12, Foja 37, Tomo I del Libro de Predios de Lima teniendo, en la actualidad, un área total de 25,250 metros cuadrados. El tradicionalista limeño Ricardo Palma, en una de sus tradiciones peruanas, afirma que durante el gobierno del Virrey Gabriel de Avilés se principió la fábrica del cuartel de Santa Catalina para cuartel de artillería, bajo la dirección del entonces coronel, y más tarde Virrey, Don Joaquín de la Pezuela.
El Cuartel de Santa Catalina está ubicado en el jirón Inambari S/N, esquina con la cuadra 12 del jirón Andahuaylas (Calle Costado del Cuartel), en la Plazuela de Santa Catalina en los Barrios Altos de Lima.
La fachada muestra un torreón esquinero, de adobe y dispuesto en talud, la gran portada de madera de ingreso al Cuartel que es de estilo neoclásico, con pilastras neoclásicas de capiteles corintios y jónicos y arco rebajado en segmento de círculo, la torre cuadrada de madera -ahora sin reloj-, guardacantones (cañones antiguos empotrados delante de la puerta), torres flanqueantes, almenadas, estilizadas y con aspilleras, y un muro almenado que muestra modillones en uno de sus tramos.
Sobre el Cuartel de Santa Catalina el gran estudioso de Lima, arquitecto Héctor Velarde, apunta:
El cuartel es un interesante ejemplo de edificación castrense de los últimos años de la Colonia, caracterizado por sus anchos muros en talud. Estos son de adobe con torreones en las esquinas y, sobre su portada neoclásica, se alza una torre cuadrada. Aparte del interés histórico que posee y del valor histórico-artístico que le es propio por ser uno de los pocos ejemplos limeños que existen de arquitectura militar colonial, tiene una gran importancia urbanística como elemento que conforma el espacio de la Plazuela de Santa Catalina.
Actualmente la edificación es propiedad del Instituto Nacional de Cultura y constituye aproximadamente solo la quinta parte del edificio original.
Desde la realización en 1998 de los trabajos de arqueología, los terrenos pertenecientes al INC han sido ocupados por la Escuela de Restauración denominada Escuela Taller de Lima, la cual es subvencionada por la Asociación Española de Cooperación Internacional (AECI). Esta escuela se encarga de la restauración integral del monumento mencionado.
Fuente y Fotos: Lima Antigua.
 

lunes, 4 de julio de 2022

La Batalla de la Rinconada

 MEMORIAS DE LIMA.

2 julio 2022

La Guerra.
La Batalla de la Rinconada
La Batalla de la Rinconada sucedió un 9 de enero de 1881, en lo que hoy es Molicentro, la agencia del Banco de Crédito y la Rinconada del Lago en La Molina. Los chilenos tenían que tomar una decisión, o bien atacaban al ejército peruano por la costa (San Juan y Chorrillos) bajo la tutela de los barcos que estaban bordeando las costas limeñas o la otra alternativa era darse la vuelta por el portachuelo de Manchay y entrar por lo que es ahora el distrito de La Molina, es decir por Rinconada, cercando la ciudad de frente por la zona de Ate; para probar como estaban las fuerzas peruanas en la Rinconada, enviaron un contingente de entre 2800 y 3000 efectivos chilenos para sondear la entrada por Lima que era una de las alternativas que tenían los chilenos. Los chilenos salieron de la zona de Pachacamac y Lurín, cruzaron todo, entraron por el portachuelo de Manchay, entraron a lo que se llama Pampa Grande y llegaron hasta la zona donde se encontraban las haciendas limeñas (en lo que ahora es el Molicentro).
En ese enfrentamiento, los que defendían Lima eran entre 200 o 300 peruanos frente a algo más de 2000 chilenos, esta batalla dura más o menos dos horas, donde se ve un valor increíble y una acción muy heroica de unas pequeñas fuerzas peruanas frente a un contingente enorme chileno. Chile se percata de que Perú esta desordenado, sin las armas debidas y que va a ser mucho más fácil de lo que pensaban, la ocupación de Lima.
Pedro José Roca y Boloña, dueño de la Hacienda Vásquez, ubicada en el Valle de Ate Bajo, a inmediaciones de “La Rinconada”, recibió despachos de Coronel de la Reserva y el mando del Batallón número 24 del Ejército de Reserva de Lima siendo uno de los primeros en acudir al alistamiento en masa que decretara el entonces Presidente de la República Don Nicolás de Piérola Villena el 17 de junio de 1880. A partir de ese momento, participó en los febriles preparativos para recibir e impartir instrucción militar, ya que el ataque enemigo a la ciudad de Lima era inevitable luego del combate de Angamos que diera a los chilenos el dominio absoluto del mar.
El 5 de enero, días antes de las decisivas batallas de San Juan y Miraflores, varias unidades de la escuadra chilena, la O’Higgins, la Toltén y la Santa Lucía, entre otras, cañonearon al pequeño puerto de Ancón, como preludio de un inminente desembarco. Roca y Boloña, al mando de sus hombres y con la débil pero eficaz ayuda de cuatro cañones, que no podían rivalizar con la poderosa artillería del enemigo, frustró la maniobra de los chilenos que pretendían convergir sobre Lima al mismo tiempo que por el norte y el sur.
El Coronel Roca y Boloña dispuso que la fuerza a su mando marchara hacia la hacienda de su propiedad – La Hacienda Vásquez- con el propósito de re aprovisionarse de alimentos y municiones para contener a un contingente enemigo de dos mil hombres, de las tres armas, al mando del Coronel Orozimbo Barbosa, que había partido de su campamento ubicado en Pachacamac nuevo.
Los chilenos siguieron el camino ancho y llano que hay en el fondo de la quebrada de Manchay, el cual se bifurca en dos senderos que pasan al pie de un pequeño cerro que obstruye su curso, lugar conocido como Portachuelo de Manchay. De allí, el camino volvía a tomar su ancho anterior y conducía a la Rinconada de Ate. En donde hoy se ubica la urbanización El Sol de la Molina, en lo que fuera la Hacienda Vásquez, el Coronel Pedro José Roca y Boloña, al mando del Batallón Pachacamac, trabó combate con los efectivos de Barboza que eran ampliamente superiores en número.
A las 7:45 a.m., del 9 de enero de 1881, se presentó la división Barboza por la Pampa Grande (donde hoy están las areneras, La Musa, la laguna de La Molina y La Planicie) y ante la tenaz resistencia peruana, optaron por retirarse a Lurín, perdiendo 25 soldados. De los nuestros cayeron un número similar de hombres entre los cuales se encontraban tres oficiales.
A la retaguardia estaba la batería del Cerro de Vásquez con piezas de grueso calibre. Además se contaba como obra defensiva con una línea de defensa tendida a 100 metros de la casa hacienda de La Rinconada, que cerraba todo el acceso al valle de Ate, pues estaba flanqueada a ambos lados por sólidas prominencias donde se planeaba instalar artillería y se usó al Batallón Pachacamac a falta de peones o unidades de ingeniería. La línea consistía de una zanja de 2 metros de ancho por 1 y medio de profundidad, y de un parapeto de sólida piedra de cantería ubicado un metro detrás de la zanja, capaz de cubrir completamente a los soldados. Más o menos seguiría una recta entre lo que hoy son el cementerio de La Planicie y el parque del cañón de La Rinconada.
Mientras tanto los chilenos ganaron sin oposición las alturas de la línea de defensa, flanqueándola por derecha e izquierda. Iniciaron el ataque con fuego de artillería, y posteriormente la caballería abrió fuego desde las alturas. La Batalla duró más de cinco horas y el Batallón Pachacamac, compuesto por 250 hombres, resistió por 2 horas hasta que a caballería flanqueó por el cerro de Melgarejo (o Huaquerone) y amenazó con caer por la espalda de la línea peruana, así que se optó por dar la orden de retirada. En esas circunstancias hizo su aparición la brigada de caballería del Comandante Millán Murga, que participó así en la última media hora de batalla. El enemigo se apoderó de la hacienda Melgarejo (actual sede central del Banco de Crédito del Perú) y propiedad de Don José de la Riva Agüero y Looz Corswaren, del cerro de la Hacienda la Molina (debe ser el que hoy divide los distritos de Surco y La Molina) y persiguió a los dispersos del Batallón Pachacamac y de los 50 hombres montados de la tercera brigada de caballería, operación en la que tomó varios prisioneros.
Un hecho anecdótico es la participación en la batalla del "batallón taurino", en el cual se soltó una estampida de toros contra los chilenos.
Fotos: Google Imágenes.
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viernes, 3 de junio de 2022

“Conversar, contratar, convertir, conquistar”. O la mentira del descubrimiento Por Mariano Saravia

 

3 junio 2022
 
“Conversar, contratar, convertir, conquistar”. O la mentira del descubrimiento
Por Mariano Saravia
¿Qué motivó a Colón a hacer el viaje en el que “descubrió” América?
Por supuesto un interés económico. No en América, que ni sabía que existía. Pero sí en las Indias, por las especias y por los otros productos para comerciar.
Desde siglos antes, había rutas que unían Europa con China y pasaban por Medio Oriente y Asia Central sin problemas, como describía en sus crónicas Marco Polo. Desde épocas antiguas, esa ruta terrestre por Eurasia era llamada la “Ruta de la Seda”, y la que iba por agua, usando como escenario principalmente el Océano Índico era la “Ruta de las Especias”, quizás desde el 500 antes de nuestra era.
China controlaba las rutas terrestres desde Mongolia hasta el Turkestán para comerciar seda, pieles, objetos metálicos, jade y caballos, y también las rutas marítimas desde el Sudeste Asiático hasta India.
Por su parte, cuando el Imperio Romano conquistó Egipto en el 30 antes de nuestra era, llegó al Mar Rojo y también conectó con estas rutas comerciales. Así, se fue conformando el primer sistema mundo “afroeuroasiático”.
Por supuesto, estos intercambios comerciales muchas veces sufrían convulsiones con los cambios políticos. La expansión griega encabezada por Alejandro Magno, la incursión romana hacia el Este, la influencia de la India en el Sudeste Asiático (de ahí el término Indochina) y el desarrollo en toda la costa oriental de África de un mundo suajili.
Se propagaron enfermedades, pero también objetos, cultura, inventos y religiones. El budismo llegó a China para quedarse (era originario del norte de la India y Nepal).
Hasta que desaparecen los grandes imperios en un período común: el Han en el año 220, el parto (persa) en el 226 y el kushan en el 250. El Imperio Romano se dividió en dos en el 395 y el de Occidente cayó en el 476. Pero el comercio y las rutas entre China y la India continuaron siendo importantes.
Por su parte, los chinos se movían poco. Más bien los persas y los árabes eran los que iban hacia Oriente. La siguiente gran expansión fue la irrupción del Islam, como religión y como proyecto político, que a partir del siglo 7 se extendió por todo Medio Oriente, y luego por Asia Central, norte de África y hasta llegar a Europa por España. Luego, el Islam se extendió a Persia y al norte de la India con el Sultanato de Delhi.
O sea, ya en la Baja Edad Media el corazón del sistema mundo siguió estando entre China y la India. Marco Polo, en el siglo 13 escribió: Por cada cargamento de pimienta que va a Alejandría para luego ser exportado a tierras cristianas, llegan más de 100 al puerto de Caiton (hoy Hangzhou)”.
¿Por qué China no salió a conquistar el mundo?
Hubo un momento en que lo intentó, cuando se liberó de la dinastía mongola y comenzó el tiempo de los Ming. En 1405 el emperador Yongle ordenó grandes viajes y las expediciones estuvieron a cargo del almirante Zheng He, un musulmán eunuco que llevó su “flota del tesoro” hasta el puerto de Yedda, en la Península Arábiga, y luego a las costas orientales de África (o sea que el desembarco chino en África que tanto preocupa a algunos no es nuevo). Pero esa etapa de expansión se cortó abruptamente en 1433. ¿Para qué quería esa China confusionista salir al mundo si ella misma era el mundo? Creían que no había afuera nada que pudiera interesarles, ni en materia comercial, ni cultural, ni espiritual. Al contrario, sus inventos fueron esparcidos por el mundo: el papel, la bobina, la pólvora… hasta la imprenta, que luego se adjudicó un alemán llamado Gutemberg.
A partir de la caída de Constantinopla en 1453, el Imperio Otomano experimentó un crecimiento exponencial y el Océano Índico fue un mar islamizado. Por su parte, la India tenía una posición central y la ruta terrestre desde Europa estaba dominada por el Ducado de Venecia en el siglo 15.
Ese es el verdadero motivo, eludir a Venecia, por el cual los portugueses se lanzan al mar tratando de dar tooooda la vuelta a África para llegar al centro del mundo que era la India. Y por ese mismo motivo, eludir a Venecia y competir con Portugal, pero sin copiarle, pensando y pensando, se le ocurrió a Colón ir al oeste para aparecer en el lejano Oriente y luego llegar a la India.
Así fue que este navegante genovés, junto con presidiarios, deudores y aventureros, llegó a un nuevo continente en octubre de 1492, y luego de tres viajes, murió convencido de que había llegado a las Indias por el oeste.
Sin embargo, está fuera de discusión que 4 siglos antes habían llegado los vikingos a las costas de Terranova (hoy Canadá) después de cruzar de Noruega a Islandia y luego a Groenlandia. Y 5 siglos antes de los vikingos (casi 1.000 años antes que Colón), habían sido los austronesios (polinesios, habitantes del Sudeste Asiático y de Oceanía) quienes saltaron de isla en isla sobre el Pacífico, llegando a la Isla de Pascua y luego a las costas occidentales de Sudamérica. Los arqueólogos han seguido la marca de la papa (alimento americano) y su implementación temprana en Nueva Guinea. El inca Túpac Yupanqui dejó el Cusco durante un año para conocer las islas del Pacífico y volvió con hombres negros y oro. Hay una tradición oral en las Islas Marquesas que habla de la llegada de un gran jefe llamado Tupa, que venía del levante.
Pero como para algunos, conquistar es descubrir, dijeron que Colón descubrió América. “Conocer el mundo equivale a poseer la mitad de él” escribió Tomamaso Campanella en su obra La Monarquía Hispánica de 1598.
¿Fue la primera globalización?
No fue una verdadera globalización, porque el centro del mundo siguió estando en Oriente hasta el siglo 19, pero sí nos llega esta versión vía educación y vía cultura. La occidentalización de una parte del mundo fue presentada como globalización. Fue la pretensión de universalización de un punto de vista sobre el mundo.
El historiador Sanjay Subrahmanyam dice: “A la historia hay que examinarla no desde el puente superior de las carabelas de Vasco da Gama, sino desde los muelles de Calcuta, donde los mercaderes malayos, chinos o iraníes las esperaban”. A los portugueses y brasileros en particular, pero a todos los occidentales en general nos siguen contando la historia desde el puente superior de la carabela.
Lo mismo pasa con la llegada de los españoles a Abya Yala, que luego fue bautizada a sangre y fuego como América. La historia oficial nos habla de la “época de los grandes descubrimientos”, una expresión inventada a finales del siglo 19 con el positivismo, cuando se inventaron tantas falacias que todavía hoy tenemos en la cabeza y el corazón. Y podríamos preguntarnos ¿cuáles descubrimientos? ¿El portugués Bartolomé Díaz “descubrió” el Cabo de Buena Esperanza? ¿O a lo sumo le habrá dado nombre? ¿El español Vasco Núñez de Balboa “descubrió” el Océano Pacífico en lo que hoy es Panamá? ¿O a lo sumo le habrá dado un nombre? ¿El estrecho de Magallanes lleva el nombre del primer hombre que lo surcó? ¿Es que los onas no son hombres… y mujeres?
Lo maravilloso de la historia es que no se trata de un partido de fútbol en el que siempre nos hacemos hinchas de uno de los dos equipos, ni de un cuento en el que hay buenos y malos. Estas líneas no son para hablar bien de unos y mal de otros, simplemente para sacudir algunos preconceptos o ideas erróneas muy anquilosadas y percudidas en nuestras cabezas. Fijate que no me he metido en la historia de la conquista, que podría ser motivo de otra nota.
Quiero terminar con un par de ideas. Por un lado, sería sano por lo menos poner en duda la versión europea de “los descubrimientos”, y tratar de analizar la historia desde el muelle de Calcuta y no desde el puente de la carabela.
Por otro lado, lo que sí hay que aprender de los europeos es su amor propio, su propio convencimiento que les sirvió para convencer al resto del mundo de su supuesta superioridad. La idea falsa de los “grandes descubrimientos” sirvió para justificar todo lo que vendría después: los exterminios y la era de los imperios europeos. Como resumió el historiador Serge Gruzinski: “Conversar, contratar, convertir, conquistar”.
 Puede ser una imagen de mapa y texto que dice "Lithuania, Poland tany Belarus Novosibirsk Ukraine Moldoya Italy Rome Ancient Silk Road Black Sea Istanbul Greece ITALY Georgia CespianS zerbaijan Turkey Turkey Uzbekistan Mongolia Mediterranean er Turkmenistan Lebano CHINA Iraq Libya Iran Afghanistan Egypt Riyadh Persian Pakistan China Mecca Saudi Arabia United Arab Emirates INDIA Bangladesh Myanmar (Burma)"


jueves, 2 de junio de 2022

 

2 junio 2022
 
Esta chica de 15 años vivió en el imperio Inca y fue sacrificada hace 500 años como ofrenda a los dioses. Se conserva así de bien porque fue congelada durante el sueño y mantenida en una condición de frío seco a más de 6000 metros de altura sobre el nivel del mar todo este tiempo. No hizo falta ningún otro tratamiento. Hallada en 1999 cerca de la cima del volcán Llullaillaco, en el noroeste de Argentina, supuso una revolución arqueológica por ser de las momias mejor conservadas, ya que había incluso sangre en su organismo y sus órganos internos permanecían casi intactos...
 
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viernes, 27 de mayo de 2022

Unidos Si Podemos

25 mayo 2022:21:43

 
PACHACUTEC: "El más grande hombre de raza aborigen que América haya producido"

Quizá los incas no hubieran logrado sus grandes conquistas y monumentos arquitectónicos sin la existencia de su emperador Pachacutec. Durante el siglo XV, este gobernante inca logró vencer a sus enemigos chancas. Luego expandió las fronteras de su reino transformándolo en el más grande imperio de Sudamérica. Bajo su poder, reformó el estado, construyó caminos, ciudades, templos y monumentos tan increíbles como Machu Picchu. Todos los cronistas coinciden en que fue el más grande emperador que existió en el incanato.
Pachacutec (1418 – 1471), también llamado "Pachacutec Inca Yupanqui" fue el noveno gobernante inca quien cambiaría el pequeño estado regional por un imperio vasto y próspero, el cual abarcó parte de los actuales territorios de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Argentina y Chile. Su nombre significa "Tranformador del mundo". Según el historiador inglés Clement Markham se trataba del “más grande hombre de raza aborigen que América haya producido”.
Fue hijo del inca Huiracocha y de la coya Mama Runtu. Su nombre original fue "Cusi Yupanqui" (Príncipe dichoso). Desde niño fue educado en los ‘Yachaywasi’ (Casas del saber) en historia, leyes, lengua y el arte de la guerra. Desde adolescente ya era admirado por las clases altas por su valentía e inteligencia.
El inca Huiracocha nombró a su hermano Inca Urco como su sucesor al trono. Éste no tenía las habilidades e inteligencia de su hermano Pachacutec. Aproximadamente en 1430, la etnia chanca, máximos adversarios de los incas por el control del territorio, enviaron sus emisarios a Cusco pidiendo la rendición ante una posible invasión.
El inca Huiracocha, junto a su hijo y sucesor Inca Urco, huyeron de la ciudad del Cusco en dirección a su residencia de Caquia Xaquixahuana. Entonces el joven Pachacutec tomó el liderazgo de la defensa recibiendo el apoyo de los generales incas y de la nobleza.
Por muchos años, los chancas eran los vecinos y más grandes enemigos de los incas por el control de la región sur andina. Aproximadamente en 1430, los chancas amenazaron con invadir Cusco lo que originó la huida del inca Huiracocha y la aparición providencial de su hijo, el inca Pachacutec.
Luego de la victoria de Pachacutec en las cercanías de la ciudad del Cusco, los chancas huyeron y se refugiaron en ‘Ichupampa’, desde donde se reorganizaron. Entonces los incas se lanzan a la ofensiva desatándose la épica y mítica batalla de ‘Yahuar pampa’ (Pampa de sangre).
Según las crónicas, la victoria inca en Yahuar pampa marcaría el inicio de posteriores conquistas bajo el mando de Pachacutec. Para la cosmovisión inca, esta victoria fue decisión de los dioses quienes designaron a Pachacutec como su líder. A partir de entonces, el curacazgo de Cusco se convertiría en imperio y Pachacutec sería el primer emperador.
Luego de la victoria inca en ‘Yahuar pampa’, el inca Pachacutec lideró el proceso expansionista a través de las conquistas y alianza con los pueblos sometidos. Entonces, el imperio creció tan rápidamente que tuvo que crear el nuevo ‘Tahuantinsuyo’ (imperio de los incas dividido en 4 regiones) para administrar mejor los nuevos límites de su territorio.
Según las investigaciones realizadas con el carbono 14, la ciudadela de Machu Picchu fue construida en 1450 cuando gobernaba el imperio del famoso inca Pachacutec. Para su edificación trajo de tierras de tierras lejanas a grupos de miles de hombres pertenecientes a los pueblos recientemente conquistados.
La edificación de Machu Picchu tuvo varios motivos. El primero es que sirvió como residencia provisional del inca Pachacutec y su familia. También se cree que sirvió como puesto de vigilancia sobre los reinos del oriente. Finalmente, tuvo una finalidad de templo y lugar de residencia de mil personas aproximadamente.
Según algunos cronistas, el verdadero nombre de Machu Picchu es el de ‘Patallaqta’, el lugar que habría elegido Pachacutec para ser enterrado. Algunos investigadores sugieren que allí se encuentra la momia del inca. Otros creen que se ubica en el barrio de San Blas en la ciudad del Cusco. Incluso algunos señalan que está enterrados debajo del hospital de San Andrés en Lima. Lo cierto es que nadie ha hallado dichos restos.
Otras obras de Pachacutec:
- Reconstrucción del templo del Coricancha en la ciudad del Cusco.
- Embellecimiento de la ciudad del Cusco, con plazas, barrios y palacios.
- Reconstrucción de la fortaleza del Coricancha.
- Construcción de la ciudadela de Ollantaytambo en el Valle Sagrado.
- Construcción de cientos de kilómetros de la red vial del ‘Qhapac ñan’.
- Instauración de la festividad del Wawa Inti Raymi.
- Obligación de mano de obra en beneficio del estado inca.
- Instauración del sol como dios supremo del imperio.
Pachacutec murió de forma natural aproximadamente en 1471. Cuando sucedió su muerte, el imperio inca vivía una gran organización y expansión de su territorio. Su sucesor fue su hijo Túpac Inca Yupanqui quien ya asumió un papel protagónico conquistando nuevos territorios para su padre.
Tras su muerte, Pachacutec (como era costumbre) fue momificado y recibió un suntuoso homenaje en la plaza de Aucaypata (actual Plaza de Armas del Cusco), vestido de oro, plata así como adornos de plumas y más.
Su momia fue trasladada al templo de Tococache (actual iglesia de San Blas en Cusco), una edificación mandada a construir por el mismo Pachacutec para ser el templo del dios del rayo (Illapa).
La historia enaltece a Pachacutec como uno de los grandes gobernadores de la época precolombina. A decir de la historiadora peruana María Rostworowski, el inca Pachacutec: “con sus medidas dio unidad geográfica e idiomática; iniciando la uniformidad que permitió más tarde la formación del Perú actual”.

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jueves, 26 de mayo de 2022

Serie Alimentos Andinos: La Llama y la Alpaca

 

Fuente: Complejo Arqueológico El Brujo

La carne de la llama y la alpaca eran y siguen siendo dos de las fuentes más abundantes de proteína animal si las comparamos con el pollo y la res.
🙌 Acompáñanos en esta ocasión a revisar la historia de estos populares camélidos y sus diferencias, así como las formas de consumirlos y sus propiedades alimenticias.
 Revisa la nota, aquí: https://bit.ly/3GyXpHr
 Serie Alimentos Andinos: La Llama y la Alpaca - Complejo El Brujo

miércoles, 25 de mayo de 2022

 Fuente: Bajo el Manto de Roma

EL SOLDADO ROMANO.
El soldado romano debía obedecer la orden dada por su superior llegando a pagar con su vida si se quedaba dormido en horas de vigilancia.
Normalmente si tenían que vigilar algo eran cuatro y eran relevados cada cuatro horas.
Los soldados romanos además de preparar la lucha y practicar la guerra, colaboraban en el desarrollo de la colonización del Imperio.
Participaban en la ocupación de las ciudades, en su fundación, bien en la construcción de calzadas, acueductos o puentes.
Con el nombre de legionario se conocía al soldado de a pié o infantería.
Las legiones aparecían compuestas por unidades menores, llamadas centurias, que estaban formadas por unos ochenta soldados. Una legión se completaba con sesenta centurias y unas treinta legiones formaban un ejército.
El soldado romano generalmente provenía del campo. Los Historiadores le señalan como «un hombre de pequeña estatura, de tez morena, de complexión gruesa y robusta». Los trabajos del campo le habían endurecido.
Las «pruebas de selección» limitaban el acceso a hombres cuya fuerza y robustez no fuese probada, y el Consejo que realizaba la supervisión para el ingreso era muy severo.
Los soldados romanos realizaban entrenamientos similares a los que puede hacer cualquier infantería de la actualidad: marchas de treinta kilómetros, con una carga a las espaldas de sesenta libras romanas, lo que equivale a unos veinte kilos.
Ese peso se repartía entre el armamento, alimentos y diversos utensilios como una pala, un hacha, un azadón, elementos todos ellos que les serían muy útiles.
En los campamentos se mezclaban soldados experimentados con los recién llegados.
En el estrato más bajo se encontraban los «Gregarius«, los soldados rasos y porque, al luchar, lo hacían como un rebaño.
Se denominaba «Contubernium» al grupo de ocho soldados romanos que formaban una especie de unidad.
Convivían en la misma tienda en el cuartel y todos los días, nada más levantarse, llevaban a cabo una especie de desfile militar.
Su vida era el adiestramiento. Su entrenamiento era muy riguroso.
La dieta era más bien austera. La cena era la comida principal y en ella se solía servir pan, verduras, sopa y gachas de cereales.
El sueldo era de 225 denarios anuales en tiempos de Augusto , con el paso del tiempo, el sueldo fué subiendo.
Entre el armamento con el que contaban las tropas del ejército del Imperio Romano se encontraban las catapultas, las ballestas, capaces de lanzar piedras de veinte kilos hasta casi cuatrocientos metros, el Pilum, semejante a la jabalina, que medía 215 centímetros y los arietes, que servían para echar abajo las puertas de las fortalezas a invadir.
Además, todos los soldados vestían idéntico uniforme, una muestra más de la organización del ejército.
Una vez concluido el servicio en el ejército, eran licenciados pasando al retiro. Se les llamaba «veteranos».
Con Cesar Augusto, estos veteranos estuvieron mejor considerados y, sobre todo, mejor pagados.
A los soldados de las fuerzas auxiliares se le concedía la ciudadanía, concediéndoles dos tablas de bronces donde se hacía constar tal condición.

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Niños Héroes

 Fuente: Memorias de Lima
Niños Héroes.
El niño más veloz del Reducto Número 3.
No te preocupes, muchacho, el enemigo no llegará hasta Miraflores; en San Juan nuestro ejército detendrá a los chilenos, que recibirán castigo por habernos arrastrado hasta aquí. Todos sabemos lo que tenemos que hacer, y nadie defraudará al Perú, me dijo un muchacho de apenas diecisiete años, afanado en limpiar su fusil.
La línea de defensa de San Juan ya se había establecido. Muchos jóvenes y niños como yo fuimos reclutados y convencidos de servir a la patria. Debo admitir que tengo miedo, pero algunos compañeros aquí en el reducto tratan de mantenerme en mejor ánimo, haciéndome una broma o escondiendo mi quepis entre sus uniformes. Pese a la tensión por lo que podía pasar en San Juan, aquí en Miraflores todo estaba tranquilo.
Nuestro comandante, el señor Narciso de la Colina, se preocupaba por cada uno de nosotros. Sin saberlo, se había convertido en un padre para todos, compartiendo buenos momentos con el batallón y también regalándonos las frutas que le traían las amables mujeres de la guerra. Recuerdo que Narciso, como quería siempre que lo llamáramos, me invitaba por las noches a un rinconcito de nuestra posición para ofrecerme un pan de chocolate. Cada vez que me llamaba, casi calladito, yo ya sabía de qué se trataba. Al principio pensaba que era para darme un arma, el arma que yo deseaba para pelear, pero nunca fue así. Siempre me pasaba la voz y me decía:
¡Muchacho, ven y toma este delicioso pan! Jamás había probado un pan de chocolate. Tenía un sabor tan especial. Con razón el señor Narciso sonreía cada vez que lo comía. ¿Cuándo me dará un fusil?, recuerdo que le pregunté en una de mis tantas pláticas con él. Si te doy un fusil, ¿matarás a un chileno?, me preguntó. ¡Mataré a dos, señor!, le respondí poniéndome de pie, haciendo todo el ruido posible. ¿Y por qué te debería dar un fusil a ti, si se lo puedo dar a otro que pueda matar tres chilenos? Lo tomé con tristeza, porque lo que más quería era ayudar en la defensa.
No necesitas un fusil para resistir aquí, he visto lo rápido que corres, así que te daré estas municiones para que, llegado el momento, las distribuyas entre el batallón. Sé que vienes del colegio Guadalupe, como muchos otros aquí. Tienes mucho entusiasmo, muchacho, pero no eres un soldado, me dijo mientras me regalaba el último pedazo de ese pan de chocolate.
Narciso se levantó de la incómoda piedra donde estaba sentado, y cuando se alejaba de mí le grité: ¡Usted tampoco es un soldado, señor! El comandante detuvo su andar, volteó a verme y con una fugaz sonrisa me respondió: ¡Aquí nadie lo es!, y me dio la espalda sin decir más.
Estaba algo molesto con mi comandante. Mis compañeros del Batallón N.º 6 se reunían alrededor de las fogatas por las noches y contaban graciosas anécdotas, mientras que yo guardaba silencio, acostado en un rincón, mirando el cielo despejado. Todas las noches me quedaba observando las estrellas. No lo quise contar a nadie, pero una de esas noches lloré. Esa fue la última vez que pude vivir una pena tan grande. Lo que vino después fueron constantes pruebas de valor.
Muy temprano en la mañana del 13 de enero de 1881, fui despertado abruptamente por un bramido de cañón tan fuerte que pensé que el enemigo ya había llegado hasta aquí. Me asusté tanto que comencé a repartir las municiones entre mis compañeros sin recibir orden alguna. Cajas y cajas de municiones se me cayeron por los nervios. ¡Cálmate, muchacho!, y mira a lo lejos, me dijo uno del regimiento, la Batalla de San Juan acaba de empezar.
Era increíble cómo los cañonazos se podían escuchar a pesar de que la batalla se libraba a kilómetros de Miraflores. Por un momento me parecía escuchar hasta gritos de desesperación.
Algunos de mis compañeros daban vivas al Perú, otros por el miedo se guarecían dentro del reducto a esperar que ese ruido se callase y no siguiera cobrando vidas.
Nuestro comandante tuvo que pedir tranquilidad y esperar el resultado. Nadie podía presagiar el destino de esa contienda. Entre tanto alboroto, algunos de los nuestros arengaban. Escuché que no había nada que temer, pues los Bolognesi estaban en San Juan. Al pensar en eso recordé a un amigo que hacía poco había conocido, de mi misma edad, trece, pero decía que era el niño más rápido, algo que yo no estaba dispuesto a permitir, porque, probadamente, el más rápido era yo. Nos prometimos que acabada esta lucha nos volveríamos a ver para saber quién era más veloz que el viento.
Antes de subir al tren que lo llevaría a Chorrillos, este buen amigo no dudó en desearme suerte. ¡Nos vemos!, recuerdo que le dije, palabras que el destino me negó, porque esa fue la última vez que lo vi. Néstor Batanero era el niño que me había retado.
Con el pasar de las horas comenzamos a recibir noticias de San Juan. Se corría la voz de que estábamos ganando, y que el enemigo se retiraba a Lurín. Muchos nos abrazábamos. ¡Pronto se acabará la guerra!, decía un padre de familia. ¡Al fin regresaré a casa!, no dejaba de repetir.
¡Viva el Perú!, podía escucharse. La valentía de los nuestros estaba al límite hasta que llegó la densa humareda con olor a munición y pólvora que provenía de San Juan. Al paso de algunas horas pocos mantenían el espíritu. La llegada de los primeros heridos comenzaba a aterrarme. Sabíamos que vendrían, pero otra cosa era verlos mutilados y agonizantes. Muchos no resistían, y llegaban muertos a nuestros reductos.
Uno de los heridos dijo que la línea se rompió muy rápido, y que casi nada se pudo hacer para evitarlo. Otro nos acusaba de culpables por no socorrerlos. ¡Dónde estaban!, nos decía, y cada vez que llegaba un herido a nuestra línea culpándonos del desastre, solo atinábamos a mirar a nuestro comandante, Narciso de la Colina, notoriamente triste, pero firme en su puesto.
Los heridos que la tarde trajo confirmaron el desastre. La lucha se había concentrado en el Morro Solar. La densa humareda que cubría sus alturas nos lo confirmaba.
Los sobrevivientes de San Juan pedían a los comandantes de los tantos reductos miraflorinos que les permitieran combatir cuando el enemigo llegara. Terminé de entender que la guerra nos tocaría a nosotros. Ahora seríamos los civiles quienes tendríamos el peso de la guerra.
La noche del 13 de enero fue terrible. Desde nuestras posiciones podíamos ver incendios en Chorrillos. Sabía que en el balneario había civiles, y los llantos desgarradores, a lo lejos, no se hicieron esperar.
Nadie pudo dormir, era cuestión de horas para verle la cara al invasor. Muchos recordaban a sus esposas, hermanas y madres, otros se abrazaban en una postrera oración. Solo Barranco nos separaba de los chilenos; ya nadie podía salvarnos. La patria observaba. No podíamos defraudar.
Agotado, miraba las cajas de municiones del fusil Peabody Martini que pronto usaríamos. Espero que todas estas balas den a parar al enemigo, pensaba. De mí dependía que mis compañeros siguieran disparando. Me juré repartir todas estas cajitas; nadie del Batallón n.º 6 podía quedarse sin disparar.
A la mañana siguiente, fuertes arengas levantaron de inmediato al batallón. Un Bolognesi había llegado a los reductos, y rápidamente se corrió la voz de que, pese a sus heridas, combatiría. Era Enrique, quien se puso a disposición como un soldado más. Ver a ese muchacho levantar la bandera peruana fue un buen remedio para darle cara a la muerte.
Recuerdo que se nos mandó a derribar algunos árboles para restar resguardo al enemigo. Una pequeña calma se había establecido mientras que el humo consumía las últimas casas de Barranco y Chorrillos. Fue entonces cuando nuestro comandante nos reunió y dijo: En cualquier momento entraremos en batalla, y ustedes serán los que decidan la suerte de Lima. No somos soldados, somos civiles, pero que eso no merme valor para exponer la vida. Un militar lucha para vencer, ¡nosotros lucharemos para vivir! El Perú nos observa, que sienta que aquí ni una bandera se repliega. Jóvenes… ¡Viva el Perú!
Nuestra arenga fue tan fuerte que los demás reductos se nos unieron en el reclamo. Chile estaba en Barranco. Que supiera que aquí en Miraflores estábamos listos, ¡que aquí estaban los civiles!
Sentí cómo la sangre quemaba mis venas. Ver la bandera ondear me dio el impulso para gritar con todas mis fuerzas: ¡Viva el Perú, carajo!
Era 15 de enero cuando la frágil tranquilidad se rompió y por primera vez le vimos el rostro al enemigo. Se nos comunicó que el presidente Piérola estaba en no sé qué tratos con diplomáticos, cuando por la tarde, siendo las dos y media, llovió fuego.
Las primeras balas cayeron sobre nuestro improvisado reducto.
Parecía que resistiría bien; su impacto se perdía entre las entrañas de nuestro fortín. Comencé a correr para repartir mis cajitas.
¡Apúrate, muchacho!, me decían mis compañeros al recibir las municiones. Parecía que todo iba bien, y que nuestros reductos resistirían, hasta que llegaron las pavorosas explosiones. Eran estallidos que levantaban la tierra, haciendo volar grandes trozos de piedra y esquirlas, que segaban vidas y mutilaban extremidades.
Entonces supe que podía estar viviendo mis últimos momentos.
¡No se detengan!, nos animaba Narciso de la Colina, ¡vamos, pequeño!, continúa, me dijo con una sonrisa. Era el impulso que yo necesitaba. El aliento me duró toda el tiempo de esa batalla. Cáceres se hizo presente en nuestra posición. ¡Eso es, muchachos! ¡Ya casi termina, un poco más!, gritaba. Sabíamos que no podía ser verdad, pero verlo y escuchar su voz fue un rayo de esperanza.
Corría por todos lados repartiendo municiones. Cuando veía que alguien se escondía, sabía muy bien que no era por cobardía, sino porque le faltaban balas. Las explosiones eran tan fuertes que poco o nada podía escuchar las indicaciones que me daban, yo solo corría tan rápido como mis piernas lo permitían, y cuando a duras penas escuchaba mi nombre, corría más rápido aún, esquivando las balas, que mataban de todos lados.
En un momento, una fuerte explosión, seguida de una ráfaga, hizo caer a nuestro comandante, el buen Narciso, que tendido en el suelo intentaba ponerse de pie, pero la sangre derramada le restaba la poca fuerza que le quedaba. Me acerqué presuroso, lleno de angustia. Me tomó de la cabeza y me dijo: Yo ya cumplí, muchacho. ¡Te toca a ti, tú eres el Perú ahora! Mi comandante, el amigo constante del delicioso pan de chocolate, nos había dejado dándonos su última orden. Muchos compañeros, entre lágrimas y sollozos, siguieron disparando. En ese momento decidí tomar un fusil, lleno de polvo, que reposaba sobre el suelo, pero pesaba demasiado, no podía sostenerlo por mucho tiempo. No me importó. Rápidamente rompí una de mis tantas cajitas con balas, decidido a cargarlo. Cuando estuvo listo, un fuerte ruido me hizo caer el piso, de inmediato bañado con mi sangre. ¡Dios mío, voy a morir!, me dije. El impacto de la bala quemó mi cuerpo. Cuando intenté llevar mi mano a mi herida, otro ruido mucho más fuerte rompió mis tímpanos y destrozó mi cuerpo.
Nunca supe si ganamos la guerra, nunca me dijeron si Lima resistió, tan solo que Miraflores fue la última resistencia de la capital, el bastión definitivo de jóvenes y niños que, como yo, vinieron aquí para no defraudar al Perú. Aunque hoy esté muerto, resuenan todavía dentro de mí, en el Reducto N.º 3, las voces de mis compañeros: ¡Vamos, Manuel Bonilla, corre por el Perú!
Fuente: Instituto de Estudios Históricos del Pacífico.
 
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