miércoles 18 de diciembre del 2013
Análisis: ¿Es un buen negocio ir a la universidad?
Un título ya no asegura estabilidad
económica como antes, aseguran varios expertos. BBC Mundo examina qué
tan rentable es pasar por
la educación superior
Los graduados de universidades de baja calidad tendrán problemas en recuperar su inversión.
(BBC Mundo). Es una paradoja cruel. Las puertas
de las universidades
latinoamericanas, tradicionalmente elitistas, finalmente se están
abriendo a los estudiantes más pobres; pero pasar por ellas ya no es
garantía de prosperidad futura.
Muchos graduados salen del claustro universitario a recibir dos golpes dolorosos y simultáneos:
las deudas acumuladas y el desempleo profesional. En esas condiciones, ¿sigue siendo buen negocio buscar un título universitario?
La respuesta no es simple. Como le dicen a BBC Mundo los expertos consultados, depende cada vez más de que
los estudiantes actúen como consumidores muy bien informados, para escoger bien dónde y qué quieren estudiar.
Pues si bien es más fácil ahora entrar a las universidades, no son
pocas las que ofrecen educación de baja calidad, que no será
recompensada nunca con los altos sueldos a los que aspiran los graduados
y sus familias.
ENDEUDADOS Y SIN TRABAJO
Oscar Cortés, chileno y
graduado en ingeniería, le resume a BBC Mundo su experiencia: “Mi deuda
tiene una tasa bastante más alta que la que pagan aquellos que quieren
comprar un auto o una casa, y eso y el alto valor de la educación desató
la ira reprimida por tantos años en este país”, dice refiriéndose a las
protestas estudiantiles que han sacudido a Chile a partir de mayo de
2011.
“Hoy solo queda resignarme y buscar conseguir un buen empleo para pagar toda la deuda que tengo que cargar”, afirma Cortés.
Paola Vergez, periodista en Colombia, tiene un crédito pendiente de US$10.000.
“Recién me gradué de la universidad y estoy sin trabajo”, le cuenta a BBC Mundo.
MÁS EDUCACIÓN
Por generaciones,
enviar a un hijo a la universidad
fue un privilegio que se daba por descontado para las elites
latinoamericanas, un motivo de orgullo que se pagaba con gran sacrificio
en las familias de clase media y un sueño prácticamente inalcanzable
para los pobres de la región, incluso con la universidad pública
gratuita que fue la norma durante buena parte del siglo XX.
Hoy la situación es distinta. Se han presentado cambios enormes en
torno a la cobertura del sistema universitario y la manera en que se
paga. Las universidades se han expandido de manera dramática en muchos
países de América Latina.
En Colombia,
en 1970 el número de estudiantes en la educación superior llegaba a
85.000, apenas un 3% de cobertura. En 2011, eran 1 millón 850 mil, o
cerca de 39%.
En
el caso chileno,
en 1992 la cobertura de la educación superior de los chilenos no
llegaba a 20%, mientras que en 2009 cerca del 40% de los estudiantes
entre 18 y 24 años cursaban educación terciaria.
Hasta ahí, lo bueno. Pero al mismo tiempo que aumentaba la
cobertura, en muchos de esos países se redujeron los subsidios
estatales.
Mientras en Argentina y Uruguay, entre otros, se mantiene todavía el
principio de gratuidad de la universidad pública, en otros como Chile y
Colombia, parte importante de la expansión de la cobertura
universitaria ha ocurrido por cuenta de las universidades privadas.
En el caso colombiano, incluso las públicas han aumentado sus
tarifas. Por lo que el sueño de la universidad va cada vez más aparejado
con la necesidad de endeudarse para pagar matrículas caras.
Sin embargo, la mala calidad de la educación básica con la que
llegan muchos de esos nuevos aspirantes a la universidad, en especial
los más pobres, hace que no puedan aprovechar bien la educación superior
y no consigan graduarse.
Y entre los que sí consiguen el título, también hay mucha
frustración. La proliferación de instituciones de educación superior con
escasa supervisión estatal ha resultado en que muchos estudiantes
terminen pagando por una universidad de mala calidad, que no les sirve
para conseguir un buen trabajo al momento de la graduación, cuando
tienen que empezar a responder por sus créditos.
¿CONTRA LA POBREZA?
Sergio Urzúa, investigador chileno de la Universidad de Maryland en Estados Unidos, resume así el problema.
“A la gente se le dice que la educación superior es el camino para
dejar la pobreza. Eso es cierto en la medida en que la educación
superior sea de calidad. Pero no es obvio que efectivamente eso esté
ocurriendo”, le comenta a BBC Mundo.
“En Chile, muchas de las universidades con aranceles altos tienen
problemas de calidad”, reconoce también a BBC Mundo Juan Manuel Zolezzi,
vicepresidente del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas,
entidad que representa a las universidades públicas y privadas más
tradicionales de ese país.
Luis Fernando Gamboa, investigador de la Universidad del Rosario en
Colombia, agrega: “Los sistemas de crédito han hecho que algunas tasas
de retorno sean negativas. En algunos casos, lo que el estudiante
invirtió y además lo que dejó de ganar mientras estudiaba es más que lo
que recibe cuando se gradúa”.
OLA DE PROTESTAS
Para Urzúa, algunos graduados chilenos ahora están peor económicamente que si no hubieran estudiado.
“He hecho cálculos de que en Chile el aumento en el acceso a la
educación superior ha aumentado la pobreza, porque chicos que antes
ayudaban en su casa hoy están en el sistema de educación superior y
ahora no están contribuyendo y se están endeudando”, señala Urzúa.
“La apuesta es que en el mediano plazo las personas que hayan pasado
por el sistema de educación superior puedan retribuir, pero si no
aseguramos calidad, no es obvio que ello vaya a ocurrir”.
Urzúa publicó en 2012 un estudio titulado “Rentabilidad de la
Educación Superior en Chile”, donde argumentaba que en ese país el 39%
de los titulados de la educación superior obtiene retornos negativos una
vez incorporados al mundo laboral, es decir, casi dos de cada cinco
profesionales tendrían mayores ingresos si hubiesen entrado al mercado
laboral sin pasar por la universidad.
“El paso por el sistema de educación superior no asegura
necesariamente mejores condiciones de empleo, particularmente para
aquellos que no se titulan”, asegura el estudio, que utilizó datos
oficiales, algunos de los cuales se encuentran en el portal estatal
www.mifuturo.cl
“Podemos terminar con una juventud con un título universitario pero
extremadamente molesta respecto de lo que se le prometió y lo que
terminó logrando”, le dice a BBC Mundo el académico Urzúa, para quien
esta situación ayuda a explicar la ola de protestas estudiantiles que
ocurrió en Chile, y que en su opinión, puede ocurrir también en
Colombia.
UN BUEN NEGOCIO
En Bogotá, la Ascun, el gremio
que representa a las universidades colombianas, insiste en que la
educación superior es buen negocio para los jóvenes de ese país.
Para Carlos Forero Robayo, director ejecutivo de esa entidad, los
datos en Colombia “indican que es rentable, si se quiere, estudiar,
porque el mercado salarial distingue según la acumulación de
conocimientos”.
Todos los consultados coinciden en advertir que la universidad sigue
proporcionando a la sociedad y a muchos individuos enormes beneficios.
Y por supuesto, los que consiguen una educación de calidad
frecuentemente ven que el beneficio monetario que obtienen al graduarse
es rápido y contundente.
Eso piensa el chileno Ignacio Contreras: “En mi caso, la experiencia
ha sido muy buena. Estudié Ingeniería Civil Industrial y me otorgaron
un crédito por casi el 50% del arancel de mi carrera”, le dice a BBC
Mundo.
“Actualmente estoy pagando el crédito, el cuál no supera el 5% de
mis ingresos anuales. El crédito fue un alivio para mis padres… y
también permite que uno pueda ser parte del pago de sus propios
estudios”, añade.
INFORMACIÓN
El punto crucial es tener la información para escoger bien.
El profesor Urzúa ve un papel destacado para el Estado a la hora de ejercer control sobre centros de enseñanza de baja calidad.
También consideran importante que el estudiante esté consciente de
las oportunidades laborales disponibles para la carrera que escogió
estudiar.
“Si quiere estudiar porque le gusta, está bien, pero que lo haga
informado, y no que a los 5 o 6 años piense que fue un fraude cuando se
dé cuenta que el mercado laboral no le da cabida”, insiste Urzúa.
De manera similar, Juan Manuel Solezzi del Consejo de Rectores de
las Universidades Chilenas advierte que en su país, estudiar carreras en
las artes, humanidades y ciencias sociales no es muy rentable. Y al
preguntársele si le recomendaría a un familiar que siguiera alguna de
esas disciplinas, reconoce: “Desde un punto de vista puramente
economicista, le diría que estudiara algo en el área tecnológica, de
negocios o de servicios”.
Un estudio publicado por la Universidad Diego Portales en Chile
asegura, por ejemplo, que un estudiante de ingeniería comercial en una
prestigiosa universidad privada de ese país recupera su inversión a los
2,1 años de graduado, mientras que la persona que estudió educación
parvularia (preescolar) tiene que trabajar 14,1 años para recuperar su
inversión.
EXPECTATIVAS
Como parte del esfuerzo por
asegurar que los estudiantes tengan la información correcta sobre los
beneficios que les representará la universidad, los expertos indican que
hay que enfrentar un problema generalizado de expectativas enormes y a
veces infundadas.
En Colombia, el profesor Gamboa de la Universidad del Rosario cuenta
que, como parte de una investigación, preguntó a sus alumnos de segundo
semestre de universidad sobre cuánto pensaban que sería su salario al
graduarse.
“Cuando uno compara con el salario promedio en este momento en
Colombia, ellos están sobrestimando el retorno de la educación en cerca
de un 50%”, le asegura Gamboa a BBC Mundo.
“MI HIJO EL DOCTOR”
Al final, como dice Carlos
Forero Robayo de la Asociación Colombiana de Universidades, estas
instituciones tienen una enorme rentabilidad para la sociedad en su
conjunto que hay que considerar a la par con los beneficios privados que
reciben los estudiantes.
Además, para millones de familias latinoamericanas, seguirá habiendo
pocos motivos de felicidad comparables a poder hablar en una reunión de
“mi hijo el doctor”, o “mi hija la ingeniera”.
Lo importante, advierten los expertos una y otra vez, es que esa
valiosa experiencia no se vea frustrada por expectativas exageradas de
lo que la universidad va a hacer por ellos una vez salgan al mundo cruel
y competitivo del mercado laboral.