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jueves, 31 de mayo de 2018

Hoy en la ciencia





¿Cómo se regeneró la vida tras la extinción de los dinosaurios?

Según un estudio, el ecosistema de alta productividad marina se recuperó en 30.000 años, un tiempo geológico breve

A finales del periodo Cretácico, un asteroide chocó con la Tierra y provocó la desaparición de los dinosaurios.  (Foto: RoyBuri en Pixabay. Bajo licencia Creative Commons)
A finales del periodo Cretácico, un asteroide chocó con la Tierra y provocó la desaparición de los dinosaurios. (Foto: RoyBuri en Pixabay. Bajo licencia Creative Commons)
Hace 66 millones de años, a finales del Cretácico, el impacto de un asteroide provocó una extinción masiva que acabó con los dinosaurios y con el 75 % de las especies de la Tierra. Ahora, un nuevo estudio concluye que la recuperación de la vida en el lugar del choque fue más rápida de lo que se pensaba.
La investigación publicada en la revista Nature ha sido liderada por Christopher Lowery, de la Universidad de Texas (Austin, EE.UU.).
Dinosaurios
Dinosaurios. (Foto referencial: mrganso en Pixabay. Bajo licencia Creative Commons)

El impacto del asteroide, que cayó en un mar poco profundo cerca de Chicxulub, en la península mexicana de Yucatán (México), fue tan virulento que dejó un cráter de 180 kilómetros de diámetro y alteró significativamente toda la geología de la Tierra.
La potencia del impacto -equivalente a mil millones de bombas atómicas- produjo grandes terremotos de magnitud superior a once en la Escala de Richter, olas gigantes (tsunamis) de entre cien y trescientos metros de altura, aumentos de temperatura, fuegos a distancias de entre 1.500 y 4.000 kilómetros del cráter, y lluvias ácidas, entre otras catástrofes.
Jurassic World: siete lugares para acercarse a los dinosaurios - 2
Los dinosaurios vivieron en la Tierra durante unos 165 millones de años. (Foto: Agencias)

En consecuencia, se extinguieron tres de cada cuatro de las especies marinas y continentales que vivían en ese periodo (el Fanerozoico), lo que conllevó un gran cambio en la evolución de la vida sobre la Tierra.
Hasta ahora se había sugerido que tras la catástrofe, el ecosistema marino mundial tardó unos 300.000 años en recuperarse en las zonas cercanas al lugar del impacto (el Golfo de México y el Atlántico Norte), y que la contaminación por metales tóxicos podría haber sido la causa de la lenta recuperación en la zona del cráter.
Investigación
El estudio, en el que participó el catedrático del departamento de Estratigrafía y Paleontología de la española Universidad de Granada, Francisco Javier Rodríguez-Tovar, analizó las muestras de rocas obtenidas tras la perforación del cráter de Chicxulub, que conservan un registro de los primeros 200.000 años después del impacto.
El examen de varios fósiles diminutos -foraminíferos unicelulares con cáscara y nanoplancton- junto con rastros fósiles de actividad biológica y abundantes elementos químicos permitió llegar a una sorprendente conclusión: la vida reapareció en Chicxulub pocos años después del impacto.
Según los autores del trabajo, el ecosistema de alta productividad marina se recuperó en 30.000 años, un tiempo geológico comparativamente breve.
Y aunque ya se tenía constancia de esta recuperación en lugares como España, sur de Francia, Italia o Túnez (a 5.000 kilómetros de distancia del lugar del impacto), el estudio concluye que esta recuperación también fue 'inmediata' en la zona del impacto pese a que el cambio paleoambiental fue mucho más drástico.
Los autores sostienen que los procesos ecológicos, como las interacciones entre los organismos en el cráter, probablemente controlaron la recuperación.
"Esta recuperación fue incluso más rápida que en otras zonas más alejadas del impacto y es consecuencia de la importante conexión de la zona del impacto con aguas abiertas, lo que permite el rápido restablecimiento de las condiciones favorables para el desarrollo de la vida", explicó Rodríguez-Tovar.
Así, el estudio destaca la importancia de los procesos ecológicos para comprender cómo responden los ecosistemas oceánicos a eventos similares de rápida extinción.
(Fuente: EFE)

martes, 3 de mayo de 2016

Nuestro lugar en el universo


El video que muestra lo pequeños que somos en relación al cosmos

Este video creado por un profesor de astrofísica en Australia nos hace sentir lo extremadamente pequeños que somos en el contexto del Universo. El video hace un viaje desde la Tierra hasta el cosmos en pocos minutos.



Fuente: Youtube, http://www.t13.cl/videos/tendencias/el-video-muestra-pequenos-somos-relacion-al-cosmos

miércoles, 13 de mayo de 2015

Sacó a Julio Verne de su error

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/informacion/2015/05/12/inge-lehmann-sismologa-tumbo-viaje-centro-tierra/00031431446391120714198.htm

Inge Lehmann, la sismóloga que tumbó el viaje al centro de la Tierra

Julio Verne soñó a mediados del XIX con una aventura al corazón del planeta, pero esta sismóloga danesa desmontó su teoría. Descubrió que la Tierra no es una esfera compacta e inactiva, sino todo lo contrario, con un núcleo interno que alcanza los 2.700 grados centígrados
La Voz Redacción, 13 de mayo de 2015. Actualizado a las 15:50 h.


Julio Verne publicaba Viaje al centro de la Tierra en 1864. La segunda novela del escritor francés probablemente provocó a más de un espeleólogo o minerólogo a querer imitar al personaje Axel y emprender así un paseo por el interior del planeta cuya ruta se iniciaba en el volcán Snæfellsjökull, situado en el oeste de Islandia. En esta mítica e icónica obra se daba a entender la teoría de que la Tierra está hueca. Probablemente, Julio Verne habría abortado su misión y, por tanto su libro, al corazón del planeta de haber sabido a que temperatura se cocía el ambiente a esas profundidades, unos 2.727 a 4.727 grados. Sin embargo, no fue hasta 1936 cuando Inge Lehmann le sacó de su error y le hizo entender que una aventura como la que planteaba en su obra era absolutamente inviable. En aquel año, esta sismóloga danesa publicó un documento que provocó que su nombre pasará a los anales de la geofísica. Y no es para menos.
Conocido simplemente como P, este nombre tan básico no deja entrever la magnitud del hallazgo de Inge Lehmann que provocó un giro radical de 180 grados en el estudio de esta materia. Y es que este texto contiene una nueva discontinuidad sísmica en la estructura de la Tierra que separaba el núcleo externo del núcleo interno. ¿Y qué significa exactamente esto? Pues que el planeta no es una esfera compacta e inactiva, sino todo lo contrario. Así, el núcleo estaría formado por una parte sólida y otra líquida, y ambas interactuarían entre sí en una zona que pasó a llevar el nombre de Inge Lehmann -al igual que muchas fases sísmicas en esta parte del planeta- y que se encuentra a una profundidad media de 5.155 km, dato, por cierto, que no se estableció con precisión hasta principios de la década de 1960.


El hallazgo de Inge Lehmann lo modificó completamente todo. Y es que hasta la década de los años 30, se creía que el núcleo era totalmente líquido, una simple bola de hierro. Sin embargo, empezó a sospechar que algo se escondía en el corazón de la tierra al darse cuenta de la heterogeneidad con la que se leían e interpretaban los sismogramas. Así, mientras esta científica analizaba las ondas sísmicas que atravesaban el planeta, detectó que algo fallaba. La clave se la ofreció los datos recogidos de un terremoto sucedido en Nueva Zelanda: el núcleo terrestre no se trataba de una sola capa ya que había una parte solida, otra líquida y una zona en la que ambos núcleos interactuaban.
Midiendo las ondas sísmicas, Inge Lehmann llegó a la conclusión de que el núcleo interno de la tierra debe de medir unos 2.440 kilómetros, es decir, aproximadamente el 70 % del tamaño de la luna. Además, también descubrió que tiene una temperatura muy elevada, probablemente de 2.727 a 4.727 grados, algo que seguramente hubiera desalentado a Julio Verne a llevar a Axel a emprender un viaje al centro de la Tierra.


 
Ver vídeoInge Lehmann: Así es el centro de la Tierra
Inge Lehmann descubrió además que el núcleo interno no gira solidario con el resto del planeta, ya que la parte interna líquida -que mide 6.800 kilómetros de profundidad, aproximadamente dos veces el tamaño de la Luna- le hace de cojinete. Es precisamente la existencia de estas dos partes lo que genera el campo magnético terrestre. Ahora, 79 años después, las bases puestas por este sismóloga danesa siguen evolucionando. Hasta ahora, se creía que este núcleo interno era un objeto sólido. Sin embargo, las investigaciones más recientes apuntan a que tiene estructuras detallas. Es más, se señala que incluso tendría una parte más interna.
Inge Lehmann, una mujer pionera
A pesar de que el descubrimiento de Inge Lehmann marcó un antes y un después en la geofísica y la sismóloga se ganó un hueco en los altares de la ciencia, esta danesa ya hacía tiempo que habia comenzado a marcar un tiempo nuevo en esta materia. Considerada toda una pionera en el estudio de terremotos, jugó un papel importante tanto por sus investigaciones como por su papel de mujer científica, en una época, a comienzos del siglo XX, donde estas áreas eran aún de dominio y control del bando masculino. Fue durante sus estudios en Cambridge cuando se dio cuenta que el suyo no iba a ser un camino de rosas.
Inge Lehmann, nacida el 13 de mayo de 1888 en Copenhague en el seno de una familia académica y de carácter progresista, recibió una educación igualitaria al acudir a una escuela donde niños y niñas estudiaban juntos, sin importar su sexo o su condición social. Sin embargo, cuando creció y se fue a estudiar a la prestigiosa universidad británica, donde se dio cuenta de que su condición de mujer podía suponer algún bache en el camino. A pesar del machismo que la rodeaba, no cesó en su empeño, se hizo con su título y poco tardó en entrar a formar parte de la red sísmica de Dinamarca. Así, ya de regreso en su país, en 1928 -antes incluso de marcar su gran hito científico- se desmarcó, hizo notar su valía y fue nombrada primera jefa del departamento de sismología del recién creado Real Instituto Geodésico danés, un cargo que mantuvo durante 25 años.
A pesar de todos sus logros y hallazgos, Inge Lehmann no se rindió nunca para seguir dando pasos para descubrir más aspectos sobre el planeta. Siguió escribiendo artículos científicos y recibiendo homenajes hasta cumplir los 100 años. En 1993, falleció a los 104 años dejando un largo legado para la ciencia en general, la geofísica en particular, y un consejo para Julio Verne: no viajes al centro de la Tierra

lunes, 23 de septiembre de 2013

Una teoría científica que no es ciencia ficción

BBC Mundo
lunes 23 de septiembre del 2013 

El oro, ¿vino del espacio?

Suena de ciencia ficción pero esta concepción sobre el preciado mineral tiene una base científica establecida entre los estudiosos de las ciencias de la Tierra
El oro, ¿vino del espacio?
El gusto por el oro no entiende de épocas ni de culturas.





BBC Mundo.
Para los jefes tribales de la América precolombina, el deslumbrante amarillo del oro que encontraban en el fondo de los riachuelos o enterrado bajo el piso rocoso simbolizaba el poder del dios sol. Por eso se vestían con armaduras de batalla forjadas con el metal encantado confiados de que les protegería.
Pero sufrieron una decepción.
El oro, un metal inusualmente suave, no tenía nada que hacer frente al acero de los españoles. Pero puede que los indígenas americanos no estuviesen tan despistados al creer que ese elemento era de otro mundo.
“¿Por qué encontramos pepitas de oro en la superficie de la Tierra?”, pregunta el escritor científico John Emsley. “La respuesta a eso es que han llegado del espacio en forma de meteoritos”.
Esta teoría ha sido adoptada en las últimas décadas por la mayoría de los científicos como una forma de explicar la abundancia de oro sobre la Tierra. Se cree que nuestro planeta tiene 1,3 gramos de oro por cada 1.000 toneladas de otro tipo de materiales de la corteza terrestre (la cáscara rocosa del planeta tiene unas 25 millas de espesor -más de 40 kilómetros-), una cifra demasiado alta como para encajar con los modelos estándares de formación de nuestro planeta.
Después de su nacimiento hace 4.500 millones de años, la superficie de la Tierra estaba cubierta de volcanes y rocas fundidas. Después, durante decenas de millones de años, la mayoría del hierro se hundió a través de la capa exterior conocida como el manto hacia el núcleo de la Tierra. El oro se habría mezclado con el hierro y se habría hundido con él. Matthias Willbold, un geólogo del Imperial College de Londres, compara ese proceso con el que sucede con las gotas de vinagre que se quedan en el fondo de un plato con aceite de oliva.
“Todo el oro debería haber desaparecido”, afirma.
LLUVIA DE METEORITOS
Sin embargo, no ha sido así. Así que la ciencia tiene que dar una explicación a eso y la respuesta preferida en estos momentos por los científicos es que hubo una lluvia de meteoritos.
“La teoría es que después de que se formó el núcleo terrestre hubo una lluvia de meteoritos que impactó contra la Tierra”, explica Willbold. “Esos meteoritos contenían una cierta cantidad de oro que rellenó el manto y la corteza continental de la Tierra con oro”.
Willbold explica que esta teoría encaja con el patrón de actividad meteorítica tal y como la entienden los científicos que tuvo su punto culminante en una inmensa tormenta que tuvo lugar hace 3.800 millones de años a la que se conoce como “bombardeo terminal”.
El impacto de los meteoritos, que provenían de un cinturón de asteroides que todavía existe entre la Tierra y Marte, provocó los cráteres que vemos en la Luna.
Esta idea de la lluvia de meteoritos bañados en oro se mencionó por primera vez tras los viajes a la Luna de las naves Apolo en la década de los 70. Los científicos que examinaron las muestras de rocas del manto de la Luna encontraron mucho menos iridio y oro que lo hallado en la superficie lunar o en la corteza y manto de la Tierra.
Algunos presentaron como hipótesis que tanto la Luna como la Tierra habían sido impactadas por meteoritos ricos en iridio, conocidos como condritas, del espacio exterior. Mientras que la valiosa carga de esta lluvia meteórica quedó dispersa en la superficie de la Luna, en la Tierra, la actividad interna del planeta la revolvió con el manto terrestre.
La hipótesis se ha vuelto una teoría fundamental en la ciencia planetaria.
También ayuda a explicar otras muchas anomalías de la composición terrestre. Se cree que los mismos meteoritos trajeron el carbono, el nitrógeno, el agua y los aminoácidos que son vitales para la vida en nuestro planeta.
“Son básicamente los pilares de la Tierra”, sostiene Willbold.
UNA HIPÓTESIS DE LAS ROCAS DE GROELANDIA...
Hace dos años, el científico, junto a un equipo de las universidades de Bristol y Oxford, ambas en el Reino Unido, examinaron rocas de Groenlandia que provienen de una parte del manto de la Tierra que estuvo aislada de la actividad de los meteoritos por un periodo crucial de unos 600 millones de años.
El equipo no analizó el contenido de oro en las rocas de hace 4.400 millones de años, sino el de tungsteno. Ese elemento tiene similaridades con el oro pero aparece en diferentes formas o isótopos y esto ofrece a los científicos más información histórica.
“La composición de isótopos de tungsteno de estas piedras era básicamente muy diferente de la composición de isótopo de tungsteno de otras”, señala Willbold.
El científico deduce que las rocas que encontraron en Groelandia son un remanente de la composición de la Tierra antes de que comenzara la lluvia de meteoritos bañados en metales preciosos que se cree que tuvo lugar entre hace 4.400 y 3.800 millones de años.
El influyente estudio de Willbold, que fue publicado por la revista Nature en septiembre de 2011, ofrece la prueba más convincente hasta ahora de la teoría de esa lluvia de meteoritos. Esta hipótesis parece la mejor explicación al inusual perfil de isótopos de tungsteno de las rocas de Groenlandia, así como en los 70 parecía explicar también las diferentes cantidades de oro e iridio en los mantos de la Tierra y la Luna.
Pero la hipótesis ha sido rebatida.
... Y OTRA DE LAS ROCAS DE RUSIA
El año pasado, Mathieu Touboul y un equipo de la Universidad de Maryland examinaron otras rocas, esta vez de Rusia, significativamente más jóvenes que las del estudio de Groenlandia, de hace 2.800 millones de años.
Estas rocas jóvenes tenían un alto contenido de elementos conocidos como “siderófilos” -el grupo de metales que incluye al oro. Pero en términos de isótopos de tungsteno, las rocas resultaron ser muy similares a las del estudio de Willbold.
Pero sin embargo provienen de la época en la que se cree que se produjo el bombardeo de meteoritos.
“Hemos alcanzado una conclusión diferente sobre lo que está generando estas anomalías en las rocas”, explica Touboul, quien cree que las diferencias en el manto de la Tierra pueden haber provocado que los isótopos de tungsteno se desarrollasen de maneras diferentes.
Sin embargo, cree que la teoría de la lluvia de meteoritos bañados en metales preciosos es correcta, pero no que las medidas de isótopo de tungsteno sean una prueba de ello.
Otros científicos creen que ha llegado la hora de cambiar integralmente el planteamiento.
“Antes aceptaba la teoría de la lluvia de meteoritos bañados en metales preciosos, pero era cuando teníamos tan pocos datos que parecía una interpretación sensata”, afirma Munir Humayun, de la Universidad Estatal de Florida.
“Parecía elegante pero había muchas lagunas en los datos. Suponíamos mucho y sabíamos muy poco entonces”, sostiene.
Humayun asegura que los estudios originales de los años 70 sobre las rocas de la Tierra y de la Luna produjeron resultados imprecisos que se diferenciaban con otros estudios más sofisticados que se hicieron en la década de los 90.
Uno de esos estudios, de la Universidad de Maryland, encontró menos similitudes de las esperadas entre las rocas de la Tierra y las condritas, los meteoritos ricos en iridio. “Ahí fue donde la teoría de la lluvia de meteoritos falló a mi juicio”, dice. “Ninguno de los tipos de meteoritos conocidos se parecían a los bañados en metales preciosos”.
OTRAS TEORÍAS
Los científicos también empezaron a encontrar metales similares al oro en el manto a profundidades mucho mayores de lo que habían anticipado. Esto podría explicarse en caso de que la Tierra hubiera recibido un impacto de un bombardeo de meteoritos mucho mayor de lo que se creía originalmente y en un momento anterior de la historia. Pero, para Humayun, la teoría de la lluvia de meteoritos bañados, dejó de contestar viejas preguntas y comenzó a generar otras nuevas.
Él pertenece a un pequeño grupo de científicos que aboga por una teoría alternativa. Sugiere que todo el oro de la corteza de la Tierra -o la mayor parte de él- ya estaba en el planeta. La mayor parte se aleó con hierro y migró hacia el núcleo de la Tierra, pero una porción significativa -quizás un 0,2%- se disolvió en un “océano” de magma a 700 kilómetros de profundidad en el manto externo.
Más tarde, el oro resurgió hasta la corteza terrestre a través de la actividad volcánica.
Esta teoría requiere que el oro y otros elementos siderófilos sean más solubles de lo que se pensaba previamente; de otra manera insuficientes cantidades se hubieran disuelto en el magma.
Los experimentos de dos científicos de la NASA, Kevin Righter y Lisa Danielson, señalan que la solubilidad del oro en las rocas del manto efectivamente aumenta con la alta presión y la temperatura.
Sin embargo, por el momento no ha sido posible medir en el laboratorio la solubilidad de todos los elementos altamente siderófilos bajo una gama completa de temperaturas y presiones del manto terrestre, por lo que por ahora esta explicación propuesta para la abundancia de oro no pasa de ser otra hipótesis más.
Sin embargo, cada vez atrae más interés y se lanzó como contrapunto a la teoría de la lluvia de meteoritos bañados el mes pasado en un simposio internacional en Florencia.
Matthias Willbold, que asistió a la conferencia, explica que el consenso en ese foro era que la teoría de los meteoritos bañados sigue siendo la mejor explicación al inusual perfil de isótopos de tungsteno de las rocas de Groenlandia.
El científico añade que, al contrario que Humayun, la mayoría de los científicos cree que los meteoritos condríticos “encajan” con las concentraciones de metales en el manto y la corteza terrestre. Sin embargo, admite que la teoría de la lluvia de meteoritos todavía tiene hilos sueltos.
“Nunca puedes estar cien por cien seguro”, afirma. “Pero la belleza de nuestro modelo por el momento es que todos los números coinciden”. Sus medidas de isótopos indican que cerca del 0,5% de la masa del manto de la Tierra cayó en forma de meteoritos (por si se lo está preguntando, eso son 20 billones de toneladas). Esta cifra coincide con las mejores suposiciones de los geólogos basándose en las concentraciones totales de metales preciosos en el manto y la corteza de la Tierra.
Willibold describe esa equivalencia como una “prueba contundente”.
Pero Humayun asegura que la medida en la que los geoquímicos creen en ello depende de su campo de estudio preciso.
Los geoquímicos analíticos -el grupo de investigadores que mide los rastros de elementos en las rocas- ven su investigación como crucial para la comprensión del surgimiento de la vida en la Tierra.
Sin embargo, Humayun asegura que los geoquímicos experimentales -los que tratan de recrear las condiciones del manto terrestre en el laboratorio- tienen la mente más abierta.
“¡Se trata de cómo haces dinero! Si eres experimentalista, con estos experimentos te comes el almuerzo de los chicos de la lluvia de meteoritos bañados”.
“Ahora, el por qué a la comunidad analítica le gusta tanto la idea (del baño de meteoritos) me preocupa. Es por la relevancia que le han otorgado al origen de la vida. Hay mucho en juego”, concluya.