Ingeniero peruano becado en Japón diseñó robots que sean cálidos al tocar
En el contexto de pandemia trabajó un prototipo
que ayude a los escolares a concentrarse en clases virtuales.
Dante Arroyo se
graduó de la PUCP y postuló a una beca en la Universidad de Tsukuba,
Japón, en donde trabajó en proyectos de robótica social y educativa.
Foto: ANDINA
Por: Ítalo Vergara
Los robots
pueden ayudar a los humanos a darles soporte para la interacción social.
Para ello, otorgarles calidez y suavidad al tocarlos podría generar
mayor empatía. Dante Arroyo López es un ingeniero mecatrónico graduado
de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) que, luego de
trabajar en proyectos tecnológicos de robótica educativa y social en la
Universidad de Tsukuba (Japón), regresó a Perú para aplicar los
conocimientos adquiridos en el país asiático. Actualmente se encuentra
trabajando en Tumi Robotics, startup que desarrolla diversos proyectos
relacionados a robots que sirven para el monitoreo de ecosistemas.
Luego de terminar la carrera en Perú, el ingeniero
Dante Arroyo López trabajó como asistente de investigación en la PUCP. Allí, gracias a sus profesores que habían estado en
Japón, pudo conocer más sobre la robótica social, una rama que busca ayudar a las personas con
un mejor estilo de vida,
a partir del uso de dispositivos robóticos. Postuló a una beca en 2014 y
logró llegar a Asia para estudiar la Maestría en Tecnologías de
Interacción Inteligente.
"Mi primer interés
estuvo relacionado a la educación y la comunicación entre las personas.
Nos planteábamos la pregunta cómo podrían los robots complementar la
comunicación de las personas que están en lugares distintos", relata
Arroyo a la agencia Andina.
Así, unos de sus primeros proyectos en Japón fue el desarrollo de un robot que medie la interacción humana;
es decir, que pueda ser controlado remotamente por una persona,
mientras que otra (ubicada en un lugar distinto y lejano) pueda
interactuar físicamente con él. De esta manera, el robot tenía como
propósito complementar la interacción física.
Otro
de sus proyectos estuvo enfocado en la robótica educativa. Arroyo
colaboró con ingenieros en China para desarrollar un robot que pueda brindar soporte pedagógico a los niños.
"Durante
ese tiempo empezó la pandemia y se propuso hacer un robot que no se
limite a ayudar en salones, sino que se pueda usar al interior de las
casas. En China se veía que los niños dejaban la escuela y seguían clases virtuales.
Allí se distraían. Entonces se planteó crear un robot que no reemplace
al profesor, sino que llame la atención del niño o la redirija hacia la
pantalla con gestos, sonidos, etc. O cuando el profesor modulaba su voz
para resaltar un punto importante de la clase, que el robot mueva su
cabeza para que el niño preste atención", explica.
Estos
proyectos eran financiados tanto por el gobierno japonés, a través del
Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología (MEXT),
como por la Universidad de Tsukuba.
Robots cálidos para la interacción humana
La robótica social parte de la interacción humana.
Si bien al inicio esta interacción es meramente visual, eventualmente
se llega a una interacción física, que se ve representada en un apretón
de manos (cuando las personas se saludan o despiden), un abrazo, o en
tomarse de la mano.
Así también, cuando se
utilizan robots, eventualmente se llega a la interacción física con
ellos. "A algunos niños les gusta abrazar o tocar a los
robots,
se llega a esta interacción física; pero muchas veces están hechos de
materiales duros y fríos, como el plástico o metal. Entonces
se rompe la interacción", comenta Arroyo.
En ese contexto, otro proyecto en el cual participó el ingeniero peruano giraba en torno al desarrollo de materiales suaves
para hacer la interacción más amena. Él propuso fluidos internos dentro
de la 'piel' del robot para que simulen el calor humano; y así, las
personas que abracen o toquen al robot no sintieran que tocan una
máquina, sino a un ser vivo con el que puedan generar empatía.
"Una
estrategia para darle al robot una piel era poner un material suave y
flexible, como el que tienen los peluches, o materiales basados en
gel...Es muy importante tener empatía con el robot porque, si bien se
busca que el dispositivo sea útil, una formación de empatía con él da
pie a una mejor calidad de vida", sostiene. Es por ello que los robots que se desarrollan en Japón y en gran parte del mundo tienen formas de animales.
Proyectos en Perú
Antes de viajar a Japón, Arroyo trabajó en el desarrollo de un robot submarino,
el primero que se desarrolló en Perú. También colaboró con otros
proyectos de robots sociales. Uno de ellos fue el dron Dédalo II, una
aeronave no tripulada con rostro capaz de mostrarse sonriente o enojada
(haciéndola más interactiva) y que logró una protección de diseño
industrial en Corea del Sur.
"Al inicio fue complicado obtener un financiamiento, pero ahora sí se apoya el desarrollo de
robots sociales.
Este dron no solo es un robot que se ve bonito y mueve su mano, sino
que puede tener un impacto en la sociedad... En realidad, la robótica
educativa tiene bastante impacto. No solo se puede aplicar en escuelas,
sino también en universidades y centros educativos para niños con
habilidades especiales", afirma.
Por el momento Arroyo se encuentra trabajando para
Tumi Robotics, una
startup peruana de base tecnológica que desarrolla diversos proyectos
enfocados en el diseño y fabricación de robots para el uso en el
monitoreo de ecosistemas o estructuras.
Otras aplicaciones para la robótica social y educativa
La
robótica social y educativa ha presentado un incremento en el
desarrollo de proyectos que se vienen generando alrededor del mundo. Por
ejemplo, tenemos a
Kipi, la primera robot quechuahablante del mundo creada por
Walter Velásquez, que ayuda durante el proceso de enseñanza a niños en zonas rurales.
En
Europa, los robots se desarrollan con el objetivo de ayudar en las
terapias de lenguaje, es decir, apoyan a los niños para que ellos
mejoren la forma de escribir las letras y palabras.
"Lo interesante de este método no es que los robots enseñen a los niños, sino que los niños enseñan al robot.
Lo que se hacía es que los robots cometan errores y con ello se
convertían en los alumnos de los niños. Entonces, el niño toma el perfil
de profesor y al no ser el robot una tablet o un celular, sino un
agente, con cierto grado de conciencia y una forma, el niño llega a
formar un lazo de empatía con él. Este método esta basado en la metodología de aprender enseñando", apunta Arroyo.
Asimismo,
en Europa, hay niños de familias inmigrantes que no conocen el idioma,
por lo que es necesario poder cambiar la metodología para enseñarles la
lengua propia de cada país. Se empezaron a usar robots para apoyar a los
docentes en la enseñanza, sin llegar a reemplazarlos. De esa manera, la educación no solo se limita a las clases presenciales, sino que se refuerza la enseñanza en la casa del niño, generando un impacto social en el que vale la pena invertir.
Fuente: Agencia de Noticias Andina
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